La competencia puso a prueba la capacidad de hacer artículos útiles con material reciclable. Ganadores destacan que es cuestión de mirar con otros ojos lo que se echa al olvido o se bota. Creatividad.
Marcela Restrepo
Redactora/LA PATRIA
Manizales
No son doctoras en química, no hacen parte de laboratorios especializados, pero en tan solo 20 días produjeron etanol a partir de la cáscara del café. Otro grupo hizo modernos y prácticos fruteros con los discos de acetato que los adultos guardan como recuerdo de sus años mozos.
Estos fueron algunos casos que se vieron en la primera edición del concurso Reciclarte 2009, organizado por el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), regional Caldas, desde el Tecnoparque, nodo Manizales, y el Comité de Gestión Ambiental.
“El propósito fue poner a prueba la creatividad de los aprendices de la institución para generar nuevos productos o conceptos de producto a partir de residuos que normalmente terminan en la basura”, explicó Andrea del Pilar Villa Loaiza, líder del Tecnoparque del área agroindustrial y biotecnología.
A esto se suma el interés de incentivar entre los jóvenes la proyección de actividades que en el futuro podrían convertirse en empresa.
Representantes de varias compañías de la ciudad con experiencia en reutilización de desechos escogieron los mejores proyectos.
Los ganadores de las tres categorías abiertas dieron muestra de la inventiva e innovación que debe existir cuando se quiere crear un producto o servicio, sin dejar a un lado la conciencia ambiental.
De la cáscara de café al etanol
Carolina Piedrahíta Forero, Yorleidy Quiceno García y Luz Adriana Morales Moreno obtuvieron el primer lugar en el trabajo con residuos orgánicos. Su proyecto se denominó “Biocombustible: extracción de etanol de la cáscara de café”.
Se conocieron en la Tecnología de Control Ambiental, en la que cursan el segundo trimestre de los dos años que dura la formación.
Como es lógico, el cuidado del medio ambiente es una de sus principales inquietudes. Por eso para Reciclarte se propusieron obtener mediante un proceso sencillo el etanol de la cáscara café. “La meta fue reducir la posibilidad de que este producto termine contaminando los ríos. Además, queremos contribuir en la producción de combustibles menos contaminantes”, dijo Claudia.
Las tres investigaron, utilizaron los laboratorios del Sena y dos instructores las orientaron. “Primero fermentamos la cáscara de café. Hicimos tres pruebas con formulaciones de 20, 10 y 5 días. La de mejores resultados fue la de 20 días, entre más tiempo de fermentación se genera más alcohol. Este se destila y así se obtiene el etanol a 78 grados centígrados”, describió Luz Adriana.
El éxito en el concurso les generó la inquietud de buscar un futuro empresarial para su idea. Aunque apenas están empezando, tienen claro que ese es el camino. “Además desarrollamos algo innovador y necesario como el etanol, eso hace parte del emprendimiento”, destacó Yorleidy.
Segunda oportunidad para todo
En el caso de Julián Llanganate, Fabio Andrés Valencia y Leonardo Orozco, la inspiración para generar un nuevo artículo a partir de material reciclable tiene que ver con sus estudios en Tecnología en gastronomía.
“En la cocina del Centro de Servicios trabajamos bajo la presión del tiempo, es parte de las habilidades que debemos adquirir. Por eso los ingredientes que utilizamos los mezclamos en la caneca de basura. De ahí se nos ocurrió que podríamos hacer la separación en el mismo recipiente”.
Tomaron una caneca y con cortes sencillos la adecuaron para que contenga dos bolsas, en una queda el material orgánico y en la otra, el inorgánico.
También crearon lámparas con botellas de gaseosa a las que les hacen numerosos cortes verticales a los lados y se pueden poner en el techo o en una mesa. Con los discos de acetato crearon fruteros, no sin antes obtener el consentimiento de sus padres para usarlos y bajar de Internet las letras que contenían.
“Se precalienta un horno, el mismo de hacer tortas, y solo con ponerlo adentro el acetato toma la forma de un frutero con bordes en ondas”.
Fue una lluvia de ideas con la que crearon el proyecto “Segunda vida para objetos en desuso”. Además confeccionaron un bolso con la parte superior de un yin, pero lo que más llamó la atención fue el ventilador USB que hicieron con el tubo redondo en que se empacan las botellas de whisky.
Vestidos típicos y ecológicos
Bolsas de papas fritas y arroz, cajas de jugos, y envolturas de chocolatinas y confites utilizó el grupo ganador en la categoría diseño y creación de trajes con materiales reciclables.
Estos elementos les sirvieron para representar al símbolo de la caficultura Juan Valdez y crear un vestido de mujer con blusa, falda y cola. Su propósito fue llamar la atención en la necesidad de darle un uso a lo que se bota.
Caterine, Natalia Otálvaro Valencia y David Andrey Castro, estudiantes de Tecnología en Producción Agropecuaria Ecológica, conformaron el equipo.
Natalia explicó que recogieron los materiales con la ayuda de compañeros de clase y familiares, y por gestiones de ellos mismos que los llevaron, incluso, a buscar en las canecas del Sena. “Fue algo raro, pero por la motivación que teníamos no nos importaba”.
En una semana tuvieron que hacerlo todo, fue un trabajo a contrarreloj por el que se trasnocharon varias veces mientras unían con pegante y ganchos de cosedora cada empaque de los que perdieron la cuenta. “Qué bueno sería si todos aprendiéramos que la basura no solo es para tirarla”.
Ahora tienen el vestido en su salón de clases en el Centro de Formación Cafetera, con el fin de seguir transmitiendo la reflexión que a ellos los motivó. La intención es que la gente no solo se fije en las medidas que tomaron para hacer el traje, sino que se dedica a producir menos basura.
Marcela Restrepo
Redactora/LA PATRIA
Manizales
No son doctoras en química, no hacen parte de laboratorios especializados, pero en tan solo 20 días produjeron etanol a partir de la cáscara del café. Otro grupo hizo modernos y prácticos fruteros con los discos de acetato que los adultos guardan como recuerdo de sus años mozos.
Estos fueron algunos casos que se vieron en la primera edición del concurso Reciclarte 2009, organizado por el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), regional Caldas, desde el Tecnoparque, nodo Manizales, y el Comité de Gestión Ambiental.
“El propósito fue poner a prueba la creatividad de los aprendices de la institución para generar nuevos productos o conceptos de producto a partir de residuos que normalmente terminan en la basura”, explicó Andrea del Pilar Villa Loaiza, líder del Tecnoparque del área agroindustrial y biotecnología.
A esto se suma el interés de incentivar entre los jóvenes la proyección de actividades que en el futuro podrían convertirse en empresa.
Representantes de varias compañías de la ciudad con experiencia en reutilización de desechos escogieron los mejores proyectos.
Los ganadores de las tres categorías abiertas dieron muestra de la inventiva e innovación que debe existir cuando se quiere crear un producto o servicio, sin dejar a un lado la conciencia ambiental.
De la cáscara de café al etanol
Carolina Piedrahíta Forero, Yorleidy Quiceno García y Luz Adriana Morales Moreno obtuvieron el primer lugar en el trabajo con residuos orgánicos. Su proyecto se denominó “Biocombustible: extracción de etanol de la cáscara de café”.
Se conocieron en la Tecnología de Control Ambiental, en la que cursan el segundo trimestre de los dos años que dura la formación.
Como es lógico, el cuidado del medio ambiente es una de sus principales inquietudes. Por eso para Reciclarte se propusieron obtener mediante un proceso sencillo el etanol de la cáscara café. “La meta fue reducir la posibilidad de que este producto termine contaminando los ríos. Además, queremos contribuir en la producción de combustibles menos contaminantes”, dijo Claudia.
Las tres investigaron, utilizaron los laboratorios del Sena y dos instructores las orientaron. “Primero fermentamos la cáscara de café. Hicimos tres pruebas con formulaciones de 20, 10 y 5 días. La de mejores resultados fue la de 20 días, entre más tiempo de fermentación se genera más alcohol. Este se destila y así se obtiene el etanol a 78 grados centígrados”, describió Luz Adriana.
El éxito en el concurso les generó la inquietud de buscar un futuro empresarial para su idea. Aunque apenas están empezando, tienen claro que ese es el camino. “Además desarrollamos algo innovador y necesario como el etanol, eso hace parte del emprendimiento”, destacó Yorleidy.
Segunda oportunidad para todo
En el caso de Julián Llanganate, Fabio Andrés Valencia y Leonardo Orozco, la inspiración para generar un nuevo artículo a partir de material reciclable tiene que ver con sus estudios en Tecnología en gastronomía.
“En la cocina del Centro de Servicios trabajamos bajo la presión del tiempo, es parte de las habilidades que debemos adquirir. Por eso los ingredientes que utilizamos los mezclamos en la caneca de basura. De ahí se nos ocurrió que podríamos hacer la separación en el mismo recipiente”.
Tomaron una caneca y con cortes sencillos la adecuaron para que contenga dos bolsas, en una queda el material orgánico y en la otra, el inorgánico.
También crearon lámparas con botellas de gaseosa a las que les hacen numerosos cortes verticales a los lados y se pueden poner en el techo o en una mesa. Con los discos de acetato crearon fruteros, no sin antes obtener el consentimiento de sus padres para usarlos y bajar de Internet las letras que contenían.
“Se precalienta un horno, el mismo de hacer tortas, y solo con ponerlo adentro el acetato toma la forma de un frutero con bordes en ondas”.
Fue una lluvia de ideas con la que crearon el proyecto “Segunda vida para objetos en desuso”. Además confeccionaron un bolso con la parte superior de un yin, pero lo que más llamó la atención fue el ventilador USB que hicieron con el tubo redondo en que se empacan las botellas de whisky.
Vestidos típicos y ecológicos
Bolsas de papas fritas y arroz, cajas de jugos, y envolturas de chocolatinas y confites utilizó el grupo ganador en la categoría diseño y creación de trajes con materiales reciclables.
Estos elementos les sirvieron para representar al símbolo de la caficultura Juan Valdez y crear un vestido de mujer con blusa, falda y cola. Su propósito fue llamar la atención en la necesidad de darle un uso a lo que se bota.
Caterine, Natalia Otálvaro Valencia y David Andrey Castro, estudiantes de Tecnología en Producción Agropecuaria Ecológica, conformaron el equipo.
Natalia explicó que recogieron los materiales con la ayuda de compañeros de clase y familiares, y por gestiones de ellos mismos que los llevaron, incluso, a buscar en las canecas del Sena. “Fue algo raro, pero por la motivación que teníamos no nos importaba”.
En una semana tuvieron que hacerlo todo, fue un trabajo a contrarreloj por el que se trasnocharon varias veces mientras unían con pegante y ganchos de cosedora cada empaque de los que perdieron la cuenta. “Qué bueno sería si todos aprendiéramos que la basura no solo es para tirarla”.
Ahora tienen el vestido en su salón de clases en el Centro de Formación Cafetera, con el fin de seguir transmitiendo la reflexión que a ellos los motivó. La intención es que la gente no solo se fije en las medidas que tomaron para hacer el traje, sino que se dedica a producir menos basura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario